LA VÍA LACTEA HA CHOCADO CON VARIAS GALAXIAS A LO LARGO DE SU HISTORIA

Nuestra galaxia la Vía Láctea no es el lugar tranquilo que podríamos creer. Ha chocado varias veces con otras galaxias a lo largo de sus historia y chocará otras tantas en el futuro. Andrómeda y la Gran Nube de Magallanes acabarán fusionándose con nuestra galaxia y otras ya lo hicieron en el pasado, cambiando la forma y evolución de la Vía Láctea.

El universo es, a grandes rasgos, un lugar tranquilo. Ocurren muchas cosas, constantemente, pero en escalas temporales tan largas, de millones o miles de millones de años, que a los humanos nos parece lento. Es solo cuando observamos una grandísima cantidad de objetos que podemos disfrutar del pequeñísimo porcentaje que está exhibiendo un comportamiento interesante en este preciso momento. La Vía Láctea, nuestra galaxia, es un buen ejemplo de ello. Nuestra limitada perspectiva temporal nos haría pensar, de primeras, que es un ente más bien estático. Hay algunas estrellas muriendo y naciendo en su interior, pero a la galaxia en su conjunto no le ocurren muchas cosas. Esto no es así, por supuesto, pues por ejemplo sabemos que nuestra galaxia ha colisionado varias veces con otras galaxias cercanas y que lo volverá a hacer en un futuro.

Sabemos por ejemplo que la Vía Láctea y Andrómeda, los dos miembros más grandes del Grupo Local, están cayendo la una hacia la otra y sus núcleos chocarán dentro de algunos miles de millones de años, formando una nueva galaxia mucho más grande. De hecho pensamos que el halo de gas que rodea a ambas galaxias ya ha empezado a juntarse, mucho antes de que las estrellas que forman el cuerpo principal de estas galaxias entren en contacto.

Otra galaxia cercana con la que ha interactuado la Vía Láctea en el pasado es la Gran Nube de Magallanes. Esta galaxia enana, con una masa unas cien veces menor que la de nuestra propia galaxia, orbita alrededor de la Vía Láctea. Es una galaxia espiral enana, con su barra espiral desplazada de la región central por interacciones pasadas con nuestra galaxia. Estas interacciones no llegaron a ser choques, sino más bien roces, aunque sí que se espera que la Gran Nube de Magallanes sea absorbida completamente por la Vía Láctea dentro de unos 2 500 millones de años. Además, esta galaxia también ha interactuado con la Pequeña Nube de Magallanes y un puente de gas une a las dos galaxias enanas.

Recientemente se ha descubierto que una colisión ocurrida hace más de 7 000 millones de años modificó la forma del halo de estrellas que rodea a nuestra galaxia. Deformación que perdura hasta nuestros días. Este halo de estrellas es la envoltura que rodea al disco principal de la Vía Láctea, formada por estrellas. Esta región está dentro del todavía más grande halo de materia oscura, que es varias veces más grande que el propio disco galáctico. El halo de estrellas sin embargo es una región relativamente vacía, pues a pesar de ocupar varias veces más volumen que el disco galáctico, contiene un pequeño porcentaje de la masa. Pues bien, la idea tradicionalmente aceptada era que este halo era aproximadamente esférico y que las estrellas que lo componen rodeaban a la Vía Láctea de una manera más o menos uniforme. En un estudio reciente se ha mostrado que esto no es así y que la forma del halo de estrellas es más bien cercana a la de un balón de rugby o un zepelín.

El origen de esta inesperada forma está en una colisión que sufrió la Vía Láctea con una galaxia enana hace entre 7 000 y 10 000 millones de años. Esta galaxia enana ha recibido el nombre de Gaia-Salchicha-Encélado o GSE. Gaia, por el telescopio Gaia que ha ayudado a realizar este descubrimiento, Salchicha por la forma que tienen las estrellas del halo detectadas cuando se representan en una imagen y Encélado por el gigante de la mitología griega que fue enterrado bajo una montaña. Este último nombre viene del hecho de que esta galaxia enana quedó “enterrada” dentro de la Vía Láctea tras su colisión. Sus estrellas se dispersaron, no quedando ninguna estructura de la galaxia original. Muchas de ellas acabaron formando parte del halo estelar, lo cual se evidencia por su diferente composición química cuando las comparamos con las estrellas de la Vía Láctea. Además de tener una forma peculiar, este halo parece estar inclinado con respecto a la dirección del disco galáctico.

Sin embargo, dado que la colisión ocurrió hace tanto tiempo, esperaríamos que aquella perturbación en la forma del halo estelar hubiera ido desapareciendo y que en la actualidad tuviéramos un halo otra vez esférico o casi esférico. El hecho de que no sea este el caso nos indica que debe haber algo que impide al halo de estrellas recuperar la forma esférica y esto es el halo de materia oscura que rodea a la Vía Láctea. Este halo sería decenas de veces mayor y más masivo que el estelar y habría sido perturbado también por aquella colisión y por las incontables interacciones de nuestra galaxia con Andrómeda, las Nubes de Magallanes y las decenas de galaxias enanas que orbitan a su alrededor. Este gran halo de materia oscura es de hecho parte de la estructura que ya habría empezado a chocar contra la estructura equivalente de Andrómeda.

Por tanto este descubrimiento no solo nos sirve para entender mejor la forma actual de nuestra galaxia y su evolución en el pasado, sino que pueda ayudarnos en nuestro estudio de la materia oscura, ese componente fundamental del universo que nuestras observaciones aseguran que existe, pero que no tenemos ni idea de qué es.

El origen de esta inesperada forma está en una colisión que sufrió la Vía Láctea con una galaxia enana hace entre 7 000 y 10 000 millones de años. Esta galaxia enana ha recibido el nombre de Gaia-Salchicha-Encélado o GSE. Gaia, por el telescopio Gaia que ha ayudado a realizar este descubrimiento, Salchicha por la forma que tienen las estrellas del halo detectadas cuando se representan en una imagen y Encélado por el gigante de la mitología griega que fue enterrado bajo una montaña. Este último nombre viene del hecho de que esta galaxia enana quedó “enterrada” dentro de la Vía Láctea tras su colisión. Sus estrellas se dispersaron, no quedando ninguna estructura de la galaxia original. Muchas de ellas acabaron formando parte del halo estelar, lo cual se evidencia por su diferente composición química cuando las comparamos con las estrellas de la Vía Láctea. Además de tener una forma peculiar, este halo parece estar inclinado con respecto a la dirección del disco galáctico.

Sin embargo, dado que la colisión ocurrió hace tanto tiempo, esperaríamos que aquella perturbación en la forma del halo estelar hubiera ido desapareciendo y que en la actualidad tuviéramos un halo otra vez esférico o casi esférico. El hecho de que no sea este el caso nos indica que debe haber algo que impide al halo de estrellas recuperar la forma esférica y esto es el halo de materia oscura que rodea a la Vía Láctea. Este halo sería decenas de veces mayor y más masivo que el estelar y habría sido perturbado también por aquella colisión y por las incontables interacciones de nuestra galaxia con Andrómeda, las Nubes de Magallanes y las decenas de galaxias enanas que orbitan a su alrededor. Este gran halo de materia oscura es de hecho parte de la estructura que ya habría empezado a chocar contra la estructura equivalente de Andrómeda.

Por tanto este descubrimiento no solo nos sirve para entender mejor la forma actual de nuestra galaxia y su evolución en el pasado, sino que pueda ayudarnos en nuestro estudio de la materia oscura, ese componente fundamental del universo que nuestras observaciones aseguran que existe, pero que no tenemos ni idea de qué es.

Referencias:

  • Jiwon Jesse Han et al, The Stellar Halo of the Galaxy is Tilted and Doubly Broken. The Astronomical Journal, 2022; 164 (6): 249 DOI: 10.3847/1538-3881/ac97e9
  • Besla, Gurtina et al, 2016, “Low Surface Brightness Imaging of the Magellanic System: Imprints of Tidal Interactions between the Clouds in the Stellar Periphery”. The Astrophysical Journal. 825, doi:10.3847/0004-637X/825/1/20

FUENTE: MUY INTERESANTE

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